Bienvenidos.

La tarea más importante en la vida de los padres será siempre buscar el bienestar de los hijos. Esta es una labor llena de afectos que movilizan diariamente nuestras acciones por caminos que debemos descubrir y recorrer muchas veces de manera presurosa, forjando una huella que guiarán los pasos de nuestra familia, y de manera muy especial los pasos de nuestros hijos.

Una inquietud que surge en este recorrido de aprendizaje y entrega, se puede graficar en la siguiente pregunta: ¿Qué es lo más importante que le podemos dejar a nuestros hijos? la respuesta no siempre es sencilla ni única, pero siempre está impregnada de buenas intenciones: un titulo profesional, una cuenta de ahorro, una casa, valores morales, etc. Sea cual sea la respuesta, siempre será forjada a partir de nuestra historia personal.

Probablemente todas las buenas intenciones que tienen los padres con sus hijos se ven materializadas cuando ven en ellos a adultos independientes, seguros de sí mismos, más o menos felices y que son personas de bien para la sociedad. Esto no tiene que ver necesariamente con la obtención de un titulo universitario, ni con los éxitos económicos que pueden llegar a tener, esto se relaciona más bien, con un estado emocional saludable que los acompaña y que es producto de sus experiencias de vida temprana, siendo niños y adolescentes.

Desde hace algunos años se pueden encontrar en librerías y tiendas, publicaciones que otorgan información valiosa sobre el desarrollo y cuidado de nuestros hijos, de esta forma se entregan algunas respuestas a las inquietudes que surgen en los padres. De manera similar podemos encontrar en Internet sitios y foros, especialmente diseñados para padres que buscan algún tipo de información sobre el cuidado de los niños. Todas estas publicaciones son de gran ayuda.

En Espacio Psicoeducativo tomamos las inquietudes de los padres y las abordamos en talleres psicoeducativos, entregando espacios de reflexión y aprendizaje sobre el desarrollo de los niños. De esta forma trabajamos temáticas como la importancia de una adecuada estimulación temprana, conductas de apego seguro, manejo de las pataletas, los límites en los niños, importancia del juego, entre otras temáticas.

Enriquecer la labor de padres y personas encargadas del cuidado de niños, permite cultivar relaciones saludables con los infantes, acunando un desarrollo emocional que facilíte un crecimiento pleno.

Invitamos a padres y cuidadoras de niños a participar de nuestras actividades.

Nuestro correo de contacto es: contacto@psicoeducativo.cl
Saludos afectuosos.

José Luis Torres.
Psicólogo,
Gestor de Espacio Psicoeducativo.
http://www.psicoeducativo.cl/

Estimulación Temprana



Diversos estudios nos hablan sobre la importancia que tienen las primeras experiencias en la vida de las personas, esto se debe principalmente a que el cerebro alcanza su mayor desarrollo durante este periodo temprano de la vida. De esta forma todos aquellos estímulos que recibe el niño durante esta etapa influyen de manera importante en su crecimiento.

A partir de estos, se han elaborado diversas publicaciones y programas cuyo objetivo es promover una adecuada estimulación temprana, transformándose en la actualidad en un tema relevante dentro del ámbito de la salud.

La estimulación temprana se define: “como el conjunto de acciones que tienden a proporcionar al niño sano las experiencias que éste necesita para desarrollar al máximo sus potencialidades de desarrollo”.

Lo que se busca en una estimulación temprana adecuada es la oportunidad de utilizar estímulos acordes al desarrollo físico y psicológico del niño, de una manera sencilla y utilizando los recursos disponibles para esta tarea.

Como ya hemos señalado, gran parte del desarrollo cerebral del niño se produce antes de cumplir los tres años de vida, a partir de esto podemos señalar que todo aquello que hagamos o dejemos de hacer durante este periodo, tendrá repercusiones importantes en el desarrollo presente y futuro del niño. Un niño que es estimulado de manera adecuada, tiene un buen desarrollo físico y psicológico. La falta de estímulos adecuados puede ocasionar dificultades en algunas de las áreas del desarrollo.

La estimulación temprana considera las cuatro áreas del desarrollo que participan en el crecimiento del niño, estas son: área cognitiva, área sensorio-motriz, área del lenguaje y área afectiva-social.

1. Área cognitiva:

El área cognitiva comprende el desarrollo de todas las habilidades intelectuales del bebé, las que comienzan a desarrollarse desde el momento del nacimiento con ayuda de los elementos que le entrega el entorno.

2. Área sensorio-motriz:

Esta área comprende el desarrollo de dos capacidades: la primera se relaciona con los sentidos, es decir con la capacidad de oler, oír, ver, sentir y saborear; La segunda con los movimientos motores finos (tomar y manipular objetos) y motores gruesos (desplazamiento del cuerpo de un lugar a otro). Esto permite que el niño pueda moverse por aquellos lugares que conforman su entono, explorándolo a través de sus sentidos.

3. Área afectiva- social:

Esta área del desarrollo considera el entorno afectivo que rodea al niño durante los dos primeros años de vida. Es importante reflexionar en torno al tipo de relación que establecen los adultos con los niños, dado que toda persona que le entrega cuidados y atenciones se convierte en una figura significativa para él. Estas primeras relaciones afectivas dentro del entorno familiar serán punto de referencias para las futuras relaciones sociales del niño.

4. Área del lenguaje:

El área del lenguaje considera el desarrollo de la comunicación hablada de los niños, desde los primeros balbuceos, hasta la pronunciación de palabras que representan ideas y cosas.

En el taller sobre estimulación tempana se trabaja con una serie de ejercicios, que consideran la estimulación de las cuatro áreas del desarrollo, desde el nacimiento hasta los dos años de edad.

Saludos.
José Luis Torres
Psicólogo.

Las Cuidadoras de niños



Son muchas las familias que contratan los servicios de una cuidadora de niños para que les apoyen en el cuidado de sus hijos durante su ausencia. Esto implica por un lado, delegar una gran responsabilidad y por el otro, asumirla. Reflexionar en torno a aquello que significa asumir esa responsabilidad, es uno de los objetivos principales de este breve artículo y por cierto, tema de uno de los talleres que se presentan.
Los adultos que pasan parte importante del día con niños se vuelven figuras significativas para ellos, esto cobra vital importancia durante los primeros años de vida del infante quienes adoptan las actitudes de estas personas para ir construyendo y moldeando su personalidad. Este hecho puede ser imperceptible tanto para el adulto como para el niño, pero sólo el adulto tiene la capacidad de reflexionar en torno a esto. Por ejemplo, si un bebé llora angustiado en busca de contención y el adulto decide dejarlo llorar para que no se “acostumbre a los brazos y sea una persona más independiente”, se le estará privando de una cuestión básica que requiere todo niño, ser contenido. Por otro lado se estará logrando el efecto contrario al esperado, un niño emocionalmente dependiente.

Este ejemplo grafica de manera precisa una cuestión que resulta fundamental para el mensaje que queremos transmitir, y que tiene que ver con las capacidades o competencias básicas que debe poseer cualquier persona que trabaje con niños, esto se puede resumir en: adultos atentos, sensibles, estimulantes y cariñosos. En el ejemplo que acabamos de plantear no se cumple ninguno de estos requisitos, lo que prevalece es una idea “cultural” sobre como son las cosas.

Esto nos insta a plantear un taller en el que se aborden algunos temas que resultan fundamentales para las personas que se relacionan con niños. De esta manera se trabaja sobre la experiencia que tienen las cuidadoras desde una perspectiva constructiva, lo importante es elaborar conceptos básicos que ellas vivencian a diario en la relación con los niños, temas como la importancia que tienen en la formación de la personalidad y salud emocional de los pequeños, la importancia de la formación de la conducta de apego en el desarrollo del niños, porqué se debe promover una comunicación afectiva, porqué se producen y cómo manejar las pataletas, la importancia de entregar una estimulación adecuada durante los primeros años de vida, porqué es necesario plantear el desarrollo de los niños desde una perspectiva bio-psicosocial. Etcétera.

Cada niño es particularmente distinto, esto significa que su desarrollo no responde a patrones rígidos de una fisiología general, por ejemplo se puede establecer que el desarrollo del lenguaje comienza con los primeros balbuceos a partir de los tres meses de edad y que al año ya son capaces de asignar ciertas palabras a cosas o personas (mamá, papá, ahí, tú, etc.) este progreso responde a una maduración de ciertas áreas del cerebro, que van de la mano de los estímulos que reciba de su entono, pero puede suceder que hayan niños en los que el lenguaje se desarrolle de manera más lenta lo que no significa que sea menos inteligente, significa que tiene un ritmo de desarrollo distinto o que su entorno es diferente que otro. No es necesario que una cuidadora tenga conocimientos sobre la biología ni nada parecido, pero si debe saber que en su forma de relacionarse con los niños están los estímulos que influirán sobre el desarrollo del cerebro del niño. Algo similar ocurre con el desarrollo de la inteligencia y de la afectividad.

Si las cuidadoras cuentan con las herramientas básicas necesarias que se pueden generar desde la psicología, serán personas muchas seguras en su labor diaria con los niños y estarán contribuyendo a la formación de adultos emocionalmente saludables.


Leonor Merino Barrueto,
Psicóloga

Un ambiente seguro


En el momento del alumbramiento, el bebé debe abandonar el ambiente cálido y seguro que le proporcionó el vientre materno durante algunos meses. La madre lo cobija entre sus brazos y cálidamente lo coloca sobre su pecho para alimentarlo, este primer contacto será el punto inicial de las relaciones sociales que formarán el incipiente nuevo mundo del bebé.

Desde algunos meses antes del nacimiento los padres ya han comenzado a crear un ambiente agradable para la llegada del bebé, algunos acondicionan una habitación especialmente para él, desplegando toda la imaginación con coloridas figuras de personajes infantiles, una hermosa cuna y diminutas prendas de vestir que esperarán la llegada del nuevo integrante de la familia al hogar. En otras ocasiones el ambiente se acondiciona de manera más austera, generalmente por cuestiones económicas. En cualquiera de los dos casos la llegada del bebé siempre despierta deseos por entregar el mejor lugar para los hijos.
Este espacio juega un papel importante en el desarrollo del bebé, en términos físicos entrega los elementos que él necesita para poder crecer de manera saludable: una alimentación adecuada, ropas, abrigo y un techo sólido. Por otro lado el desarrollo cognitivo también se favorece con el ambiente físico si este cuenta con elementos como coloridos móviles, música infantil, mordedores, y todos aquellos juguetes que estimulen su desarrollo sensoriomotriz.

En el ámbito de las relaciones familiares que circundan a la futura madre, se pueden dar una serie de situaciones que influyen de manera positiva o negativa en la creación de un ambiente saludable para el bebé. Es complejo tratar de abordarlas todas, debido a que son variadas las configuraciones que se pueden dar en esta tarea, sin embargo podemos plantear una reflexión inicial que nos ayude: los futuros padres requieren de todo el apoyo emocional posible, sólo así cultivarán aquella confianza que les permita visualizar un ambiente seguro para su hijo.

El ambiente emocional que circunda el bebé durante los primeros meses de vida es importante como fuente de aprendizaje tanto para el niño como para sus padres, por un lado ellos buscarán la mejor forma cumplir con su nuevo rol con los recursos que poseen, y que han aprendido a partir de su experiencia como hijos. Esto determinará de manera importante el estilo de crianza que ellos adopten. Además escucharán atentamente los consejos de los médicos, enfermeras, familiares y amigos que tengan más experiencia. Todos los aportes serán bienvenidos, aunque es preciso señalar que son ellos los que deberán decidir qué es lo mejor para su hijo. Esta tarea nunca resulta sencilla y en algunos casos es motivo de angustia, pero es necesario considerarla como una parte importante de nuestro aprendizaje como padres, además en esta etapa los padres empiezan a conocer a sus hijos.

Por otro lado los niños comienzan un largo camino de aprendizaje que depende en gran medida del ambiente que hayamos generado, si tenemos un buen comienzo esteremos contribuyendo de manera positiva a la salud emocional de los niños.

Los niños aprenden de los padres, pero ellos también deben aprender de los niños.

Leonor Merino Barrueto,
Psicóloga.

Conociendo a nuestros niños.



Los padres empiezan a conocer a sus hijos en el momento del alumbramiento. A los pocos minutos de vida ya son capaces de descubrir aquel vínculo que sólo ellos pueden vivenciar con su pequeño hijo. Este contacto inicial es fundamental para la relación que forjarán durante el resto de sus vidas.

El bebé necesitará de los cuidados y atenciones de sus padres especialmente durante sus primeros meses de vida fuera del vientre materno, esto alimentará la relación afectiva que se traducirá en una conducta de apego seguro. Es importante el apoyo que pueda entregar la familia durante este periodo, aunque se debe ser cuidadoso de no interferir en la incipiente relación que construyen los progenitores con su hijo.

Cuando los padres denotan una mayor seguridad sobre sus capacidades, tienden a relacionarse de manera mucha más plena con sus hijos logrando un mayor acercamiento con ellos. Por otra parte, si predomina la inseguridad, delegan una cuota importante de responsabilidad sobre terceras personas, creando un ambiente de confusión y distanciamiento en el niño. En este sentido los abuelos, tíos, amigos o cuidadoras, deben abogar por la familia del bebé, en otras palabras sus acciones deben ir en apoyo directo del fortalecimiento de la confianza propia de los padres. Acciones cotidianas como el mecer al niño a la hora de dormir, contenerlo y entregarle cariño en sus momentos de “angustia”, acompañarlos en sus rabietas, bañarlos, etc. Son parte de la vida de los padres, y deben apreciarse como el mejor de los regalos que la vida les puede entregar. No hay mejor forma de fortalecer su confianza, que participar de manera activa en la crianza de sus hijos. Es necesario que se planteen estos temas al interior de la familia desde la confianza, el respeto, el entendimiento y el cariño.

A medida que crecen los niños, lo hacen también los padres en su rol. Si han logrado forjar una relación de cercanía con sus hijos podrán llegar a conocerlos de una manera más saludable. Desde los primeros meses de vida ven a sus hijos como niños únicos, si bien comparten algunas conductas similares con otros infantes de su edad, lo hacen de una forma particular, lloran, ríen, se enojan, abrazan, patalean, sólo como ellos saben hacerlo. Esto nos permite saber cuales son las cosas que le gustan, cuales le molestan, cómo va a reaccionar frente a tal o cual situación y él también sabrá a su vez cómo reaccionamos frente a sus travesuras, juegos, o pataletas.

La relación padres e hijos es fundamental para un desarrollo emocional saludable. Es importante reflexionar en torno a este tema de una manera constructiva, sabemos que las condiciones de vida de la sociedad actual condicionan muchas veces nuestra calidad de vida, afectando nuestra familia, sin embargo debemos preguntarnos qué es lo que queremos dejar para nuestros hijos, y qué podemos hacer por ello. En el ámbito de la psicología clínica muchas personas buscan ayuda profesional para tratar “problemas emocionales”, un número importante de estos malestares, tiene su origen en la relación que tuvieron con sus padres desde pequeños. Lograr la cura para estos problemas nunca es una tarea sencilla.

Si conocemos a nuestros hijos en las distintas etapas del desarrollo estaremos en condiciones de apoyarlos de una manera asertiva, contribuyendo a la formación de adultos más sanos, seguros y plenos.

En cada padre hay un niño que permanece escondido, si le damos la oportunidad para que salga de vez en cuando, probablemente escucharemos mejor a nuestros hijos. Ellos son capaces desde muy pequeños de captar nuestras emociones, seamos capaces nosotros también de ponernos en su lugar. Un gesto oportuno puede cambiar un gran problema.

Leonor Merino Barrueto,
Psicóloga.

El apego.


John Bowlby (1907-1990) Pediatra y psicoanalista Inglés fue pionero en las investigaciones y elaboraciones teóricas sobre la conducta de apego a finales de los años 50. A partir de aquellos primeros trabajos se han seguido realizando estudios, cuyos resultados han fortalecido los postulados iniciales de Bowlby, ocupando hoy en día un lugar importante en el ámbito de la psicología.

Él definió la conducta como “cualquier forma de comportamiento que hace que una persona alcance o conserve proximidad con respecto a otro individuo diferenciado y preferido.” (Bowldy, 1993)

La importancia de esta conducta de apego esta dada por la seguridad afectiva que le brinda una persona a otra, lo cual se vuelve fundamental en la relación que establecen los bebés con sus figuras parentales. Es importante señalar que la calidad de esta relación durante la primera infancia, influirá de manera importante en el desarrollo afectivo, social y cognitivo del bebé.

Las investigaciones han demostrado que la calidad de la interacción entre padres e hijos influye de manera significativa en la generación de conductas de apego, es importante establecer cercanía con los niños desde el momento del nacimiento, las miradas, las atenciones, el contacto físico como besos y abrazos, las verbalizaciones, saber escucharlos y entenderlos, responder de manera asertiva a sus señales; todas estas son conductas que ayudan a entregar la seguridad que requiere el infante durante sus primeros años de vida, periodo en cual deben establecer esa confianza básica que les ayudará en su desarrollo ulterior.

El niño puede establecer conductas de apego con más de una figura, siendo la madre quien ocupa una posición prioritaria para el bebé. Esto ocurre por que es ella quien pasa la mayor parte del tiempo con los bebés. El padre por su parte, también participa de estos cuidados y atenciones, generando una cercanía significativa e importante para el infante. Puede haber otras figuras que respondan a las necesidades del niño, como los abuelos, tíos, hermanos; lo que marca la diferencia entre las figuras significativas para el infante, es la calidad de la relación que se estable con ello.

En algunas oportunidades los infantes quedan al cuidado de personas que no son sus padres, estas cuidadoras asumen la responsabilidad de velar por el bienestar de los niños, si ellas establecen una relación afectiva que dé respuestas asertivas a las señales del bebé, se convierten en figuras significativas que contribuyen a su desarrollo saludable. En términos básicos una cuidadora que responde de manera saludable al desarrollo del infante debe ser atenta, sensible, estimulante y cariñosa.

Considerar y potenciar aquellas acciones que ayudan a establecer una relación afectiva que genere una conducta de apego en nuestros niños, debe ser una tarea constante al interior de la familia, la sociedad y las instituciones encargadas de velar por los mas pequeños, (salas cunas, jardines infantiles, etc.)

Podemos señalar que abordar temáticas como el apego en instancias como los talleres psicoeducativos, o cualquier otra iniciativa que contribuya a reflexionar en torno a la crianza y cuidado de los más pequeños, es fundamental para el bienestar de las personas y la sociedad en general. Que nuestros niños sean adultos seguros, emocionalmente estables, independientes, positivos y personas de bien para la sociedad, depende en gran medida de lo que nosotros hagamos o dejemos de hacer como padres.

Leonor Merino Barrueto.
Psicóloga.


El juego.




El juego es una de las actividades más importante en la vida de los seres humanos, gracias a el hemos desarrollado de manera significativa nuestras habilidades afectivas, cognitivas y sociales, desde nuestros primeros días de vida.

Podríamos decir que nuestro primer objeto de juego fue nuestra madre, cariñosamente ella nos invitaba a participar de esta actividad a través de gestos y caricias que estimulaban nuestro desarrollo. De esta manera el juego se inscribe en un primer momento como una prolongación de la relación que tenemos con ella, para luego dar paso al descubrimiento de un mundo que va más allá de esas fronteras.

Por ejemplo, lo que en un primer momento fue un “reflejo de aprensión” que nos permitió aferrarnos firmemente a cualquier cosa que tuviéramos a nuestro alcance, luego se transformó en una poderosa herramienta que nos ayudó a desarrollar movimientos de manera consciente, como tomar una pequeña pelota y tratar de arrojarla lo más lejos posible, esperando que nuestra madre o padre acudieran rápidamente en su búsqueda.

En esta pequeña escena se aprecia la importancia del juego: por un lado hay una elaboración cognitiva al arrojar la pelota de manera consciente con una clara intención, lograr una respuesta por parte de los padres, si ellos responden y traen la pelota, significará que el bebé no sólo logró su objetivo, sino que también estará desarrollando habilidades comunicativas. Por otra parte está entrenando sus capacidades psicomotoras, fomentando una conducta de apego y desarrollando sus habilidades sociales con otras personas.

En cada etapa del desarrollo el juego cumple una labor particular que va de la mano del desarrollo físico, cognitivo y afectivo. Por ejemplo durante la primera infancia los niños descubren el mundo a través de los sentidos, miran aquellos objetos que le resultan llamativos y tienden a seguirlos con la mirada, estimular a través del juego con objetos que incluyan distintas formas y colores, y de una manera adecuada, resulta muy importante. Los bebés juegan con objetos que puedan tomar con sus manos y los acercan a su boca de manera casi mecánica, así ellos descubren el mundo a través de su boca, es importante ayudarlos en esta tarea con juguetes de dentición, que sean seguros para él. Es fundamental realizar un juego que estimule de manera adecuada los sentidos, con esto estaremos contribuyendo a un desarrollo sensoriomotriz saludable en el bebé.

A partir de los dos años los niños desarrollan el “juego simbólico”, esto es una forma de acercarse e interiorizar la realidad que circunda de una manera saludable. El niño simboliza las situaciones a través del juego, por ejemplo, puede tomar una cuchara y darle de comer a un oso de peluche, de manera similar a como lo hacemos los padres con él, mientras gesticula algunas extrañas palabras que estimulan el desarrollo del lenguaje, también puede tomar un palo de escoba y cabalgar de manera presurosa por el jardín. En este contexto los niños interiorizan la realidad de acuerdo a su manera, no existen normas rígidas que estructuren esa realidad, todo es flexible y todo es posible para ellos. El juego simbólico es un espacio de aprendizaje esencial, estimula su sistema cognitivo, la afectividad, el habla y la sociabilización. Durante esta etapa es importante entregar los espacios necesarios que le permitan al niño desarrollar el juego simbólico, siempre con nuestro apoyo.

El juego es un actividad que esta presente en nuestro diario vivir, tal vez no somos totalmente consciente de ello, pero si de vez en cuando jugamos futbol, competimos con un compañero por algo, nos reímos en una reunión de trabajo, bailamos de manera extravagante o nos tiramos al suelo para jugar con nuestros niños, estamos jugando, y más aun estamos creando.

El juego es parte de nuestras vidas, desde nuestro nacimiento.


José Luis Torres C.
Psicólogo

Comunicación afectiva.


La comunicación con nuestros hijos comienza meses antes del nacimiento. Los movimientos que siente la madre en su vientre, le dicen que su bebé esta creciendo, en otras palabras esa conducta motriz entregó un mensaje a la futura mamá, entonces ella acaricia tiernamente su vientre como una forma de responder a esa señal, aun cuando el bebé todavía no tiene la capacidad para comprender. Lo importante de esta rudimentaria comunicación es el desarrollo de una relación afectiva que debiera fortalecerse en el transcurso de toda la vida.

La trascendencia de la comunicación afectiva se puede apreciar en todos los ámbitos del desarrollo humano, esto ocurre por que en ella participan dos conceptos fundamentales de la esencia del ser humano, las emociones y los sentimientos.

Las emociones forman parte de la historia genética de los seres humanos y le han permitido adaptarse a las condiciones que le entrega el entorno desde tiempos inmemoriales. Por ejemplo ante situaciones peligrosas se activa la emoción del miedo, automáticamente el cuerpo responde y se prepara para reaccionar, mientras la atención se coloca sobre aquello que desencadena el miedo y se evalúan las posibilidades de acción para responder al peligro. En los niños también se manifiestan las emociones, es común que tengan pesadillas que le provoquen miedo, cuando esto ocurre y logran despertar, manifiestan su emoción a través del llanto, y buscan los brazos protectores de los padres. En las dos situaciones las emociones juegan un papel importante para la sobrevivencia de las personas.

La importancia de las emociones en los niños esta dada por la participación que tienen en su desarrollo y en la formación de su personalidad. Es importante señalar que las emociones son respuestas fisiológicas automáticas y breves que se desencadenan ante algunos estímulos, esto quiere decir que no podemos evitar que aparezcan. Cuando en un niño se activa la emoción de la tristeza producto de alguna situación penosa para él, su cuerpo reacciona a través de una serie de cambios hormonales que activan el llanto, esto es parte de nuestra biología. Pedirle a un niño en el que se ha desencadenado una emoción de tristeza que no llore, es como pedirle a un tren que viaja a alta velocidad que se detenga automáticamente. El llanto del niño debe seguir su curso natural, él niño debe expresar sus emociones de igual forma que debieran hacerlo los adultos. Penosamente en nuestra cultura hay muchas frases que abogan por lo contrario: “los hombres no lloran”, “las niñitas lloran”, “los hombres deben ser fuertes”. Por el contrario se le da relevancia a aquellas emociones que tienen que ver con la agresividad, en ese sentido no son pocos los padres que le gritan a los niños, no llores!!. Por un lado se le impide manifestar una emoción al niño y por otro le están enseñando de manera agresiva cómo dar una orden para que esto ocurra. Probablemente ese niño cuando sea padre se comportará de manera similar con sus hijos, con su esposa, compañeros de trabajo, etc. sin mencionar la serie de conflictos emocionales que probablemente le acompañarán el resto de su vida, producto de esta represión.

Considerar las emociones como parte de nuestra herencia genética nos libra de cualquier connotación negativa que se le pudiera atribuir, el enojo, la ira, la tristeza, el miedo, la alegría, sorpresa, son parte de nuestra vida. El problema lo provoca la cultura cuando nos dice que algunas emociones son malas, y nos impiden manifestarlas de manera saludable. Si pudiéramos detener el tren que viaja a una alta velocidad en un segundo, este se descarrilaría y provocaría un daño enorme. Si pudiéramos hacer que un niño dejara de llorar en un segundo, le provocaríamos el mismo daño y si esta conducta se repitiera de manera constante, dicho daño sobre su personalidad podría llegar a ser irremediable.

Por otro lado los sentimientos son elaboraciones subjetivas sobre las reacciones emocionales que experimentamos, por ejemplo cuando se manifiesta la emoción de la ira nuestro cuerpo se tensa, el ritmo cardiaco aumenta, el tono facial y la voz se alteran, etc. Pero luego de un momento la ira da paso a la quietud y el cuerpo se relaja. En ese momento la persona comenzará a realizar una serie de elaboraciones subjetivas sobre lo que desencadenó esa emoción, pudiendo dar paso a un sentimiento, por ejemplo el odio. Este sentimiento será duradero. En el caso anterior, donde no se le permitía llorar al niño, podemos decir que él podría comenzar a albergar un sentimiento de odio que reprimirá por el tiempo, pero tarde o temprano manifestará ese odio acumulado. No sería extraño que en el transcurso de su vida se convierta en un adolescente rebelde, con problemas conductuales en el colegio, conductas antisociales o problemas existenciales, y más tarde llegue a ser un adulto con dificultades para establecer vínculos afectivos, relaciones sentimentales estables, etc.

Resumiendo, podemos decir que lo más importante en la comunicación afectiva como observamos en los ejemplos, es el reconocimiento de todas las emociones como manifestaciones naturales de nuestra vida, si el niño tiene una pataleta es preciso que libere toda esa carga energética de una manera saludable, si el niño tiene pena y quiere llorar lo debe hacer, si el niño esta enojado por algo que no le pareció, es necesario que se le otorgue el espacio para que lo manifieste.

Es parte del rol de los padres reconocer el momento de cuando ser tolerantes, pacientes o comprensivos, de poner límites, guardar silencio o jugar con nuestros hijos, porque la vida se encargará de otorgarnos momentos para todo, de nosotros dependerá que sepamos aprovecharlos y crecer juntos como familia.

De esta manera sabremos prestar atención a las demandas afectivas de nuestros hijos, escucharlos cuando tienen algo importante que contarnos (aunque para nosotros no lo sea), incentivarlos en aquellas áreas que sean de su interés, felicitarlos por sus logros, darnos el tiempo para compartir con ellos y que ese tiempo sea el mejor momento del día para ellos. Si aplicamos estas simples pautas en nuestra relación con los niños ya estaremos construyendo una buena comunicación afectiva, y contribuyendo para la sana salud emocional de nuestros hijos y nuestra familia.

Leonor Merino Barrueto,
Psicóloga.

Las pataletas



Durante el segundo año de vida de los niños se aprecian una serie de cambios físicos y psicológicos que señalan el inicio de una nueva etapa en su desarrollo. Desde hace algún tiempo han comenzado a explorar todos los lugares de su entorno más cercano, agudizando su capacidad exploratoria que los llevará a descubrir mundos nuevos cada día. Un incipiente vocabulario acompaña sus acciones diarias y las primeras manifestaciones de independencia forman parte su conducta.

Los almuerzos y comidas ya no requieren de la ayuda de un adulto, el niño se siente capacitado para sumir esta tarea por sí mismo, por lo menos así lo hace ver. Toma sus ropas y con gran dificultad logra ponerse la manga de una polera y se niega a recibir ayuda si le tienden una mano, se siente cómodo y seguro manipulando diversos juguetes aunque quisiera tomar aquellos objetos que le han sido vetados por sus padres y que son en extremo peligrosos. En esta etapa él busca fortalecer su independencia, cuestión que le ocasionará más de algún problema con sus padres, quienes comenzarán a poner algunos límites al pequeño hombrecito o mujercita de la casa.

Esta etapa que algunos denominan “periodo de obstinación” o “periodo de negativismo” se puede apreciar en la mayoría de los niños entre los dos y tres años de edad, aunque puede extenderse hasta los cinco. Durante este periodo el niño tiene un tipo de pensamiento egocéntrico que le impide ver su opinión como una más dentro de muchas otras. En otras palabras, para él, el mundo gira en torno suyo. Esto que podría parecer extraño frente a los ojos de los adultos es una conducta normal y necesaria durante este periodo del desarrollo.

En este etapa de la vida surgen las primeras manifestaciones de pataletas, las que podríamos definir como expresiones normales ante una situación de frustración que ha vivenciado el niño. Si bien su capacidad motora le permite realizar una serie de actividades, la motricidad fina aun no esta bien desarrollada, provocando algunas situaciones que desencadenan sentimientos de rabia en el niño, por ejemplo el tratar de ponerse un calcetín sin obtener el resultado deseado puede provocar sentimientos de rabia y frustración, desencadenando una pataleta.

Otras situaciones que desencadenan pataletas son aquellas relacionadas con los límites. Si consideramos que en esta etapa busca fortalecer su “independencia” y además posee un pensamiento egocéntrico, no es de extrañar que muestre rabia e incluso ira cuando siente que sus deseos le son coartados por otras personas, especialmente por sus padres. Ellos reaccionan con golpes de pie y puños acompañados por gritos en medio de un llanto colérico, también pueden llegar a golpear su cabeza contra el suelo o muro, morderse las manos y revolcarse vívidamente en el suelo. Todas estas manifestaciones de frustración pueden resultar dolorosas para los padres, no es fácil ver a un hijo en una escena como esta sin dejar de sentirse impotente.
Ante las pataletas de los niños muchos padres adoptan dos actitudes diametralmente opuestas, por un lado están aquellos que actúan de manera extremadamente permisiva esto quiere decir que ante la más mínima señal de pataletas bajan los brazos y dejan que el niño haga su voluntad, aunque implique romper límites básicos que el niño debiera respetar. Por ejemplo, un padre que deja que su hijo de dos años juegue con un lápiz puntiagudo después de un episodio de pataletas. En el otro extremo están aquellos padres que ante la mínima manifestación de pataleta, toman al niño y lo dejan en una pieza solo, hasta que se le pase la “maña”, o peor aun, lo reprimen duramente evitando que el pequeño manifieste su rabia, impidiendo incluso que llore.

Los dos extremos dejan huellas negativas en la personalidad del niño, debemos recordar que los pequeños a esa edad no tienen la capacidad cognitiva para elaborar de manera distinta la frustración, un adulto cuando siente rabia puede no manifestarla, un niño NO puede hacer eso.

En el primer caso, los padres demasiado permisivos impiden que el niño vivencie la frustración, provocando a la larga una baja tolerancia a la misma durante las etapas posteriores de la vida. En el segundo caso los padres coartan el desarrollo del niño, probablemente en las etapas posteriores de su vida sea una persona con poca participación en su entorno, sin mucha iniciativa, con una actitud de sometimiento, rabia, frustración, entre muchas otras características que denotan las personas que han tenido una crianza marcadamente rígida.

Entonces, ¿qué hacemos?, lo primero es considerar las pataletas como conductas normales en el desarrollo del niño, es su forma de comunicar su rabia y frustración. En segundo lugar las pataletas se manifiestan de maneras distintas, ningún niño es igual a otro. Por último debemos considerar que el abordaje de las pataletas tiene efectos positivos o negativos en la formación de la personalidad del niño, esto depende del estilo de crianza que asuman los padres.

Un estilo de crianza saludable para los niños es aquel que tiene una justa medida entre lo permisivo y lo autoritario, esto lo podemos encontrar en los llamados padres “autoritativos”. Ellos fijan reglas claras y firmes, pero mantienen el cariño y seguridad que necesita el niño. Si su hijo tiene una pataleta, adoptan una actitud firme y al mismo tiempo acompañan a su hijo en esos momentos, incluso lo toman del brazo y le explican el porqué de su decisión, aunque el niño no sea capaz de comprender las razones notará el cariño y la preocupación de los padres, vivenciando la frustración de una manera distinta, más sana. Una de las cosas más importantes para el niño en esta etapa es sentirse seguro y querido por sus padres.

Si él acepta la frustración como una parte de la vida que no representa peligros para su subsistencia, comenzará a tolerarla de manera saludable, y en el futuro se adaptará de mejor manera a las situaciones difíciles de la vida.

José Luis Torres Cañoles.
Psicólogo

La autoestima.



La autoestima es la imagen que tenemos sobre nosotros mismo y que hemos forjado durante nuestra vida, aunque es preciso señalar que esta imagen depende en gran medida de las respuestas ambientales que hayamos recibido por nuestras acciones, siendo la niñez y adolescencia periodos críticos en esta formación.

Tener una autoestima alta o positiva nos permite desenvolvernos de manera sana y segura en los distintos ámbitos de la vida. Por el contrario, tener una baja autoestima, conlleva a la aparición de una serie de conflictos emocionales.

Los padres, familiares y cuidadoras tienen una importante labor en el desarrollo de la autoestima de los niños y jóvenes, deben ser cuidadosos con las palabras e ideas que transmiten en el cotidiano vivir. En este sentido es importante considerar la particularidad del niño como algo que gravita sobre su conducta. Que un niño sea más o menos “obediente” nunca debe ser sinónimo de bueno o malo.

Si tuviéramos que trabajar sobre reglas generales que nos sirvieran de pautas para cultivar una autoestima positiva en nuestros niños, tendríamos que señalar como punto inicial, la comunicación afectiva, esta permitirá cimentar una base emocional más o menos sólida para desarrollar una confianza básica durante los dos primeros años, la base de una autoestima positiva es sentirse seguro de sí mismo.

Después del segundo año de vida, el niño comenzará a buscar los espacios necesarios para desarrollar una incipiente independencia en algunos ámbitos, en este momento él iniciará una serie de acciones que ante los ojos de un adulto resultan inapropiadas. Por ejemplo, romper un libro que quedo sobre un sillón. Él ve en ese hecho una posibilidad de entrenar su avanzada capacidad motora, él aun no sabe que eso es un libro que no debe romper.

Cuando esto ocurre, hay muchas maneras de afrontar la situación pero se debe tener en cuenta que el niño pequeño aun no es capaz de distinguir “lo correcto de lo incorrecto”, “lo bueno de lo malo” .Tendrá que pasar algún tiempo antes de que el niño aprenda a hacer esa distinción, tiempo en que nosotros de buena manera lo apoyaremos en su aprendizaje, porque nosotros los adultos si sabemos hacer esa distinción. En este punto es trascendental detenerse un momento a reflexionar sobre el cómo debemos hacer las cosas, porque de eso podría depender la forma que adoptaremos para relacionarnos con nuestros niños.

Una vez que nos hemos dado cuenta de que el niño requiere de nuestra ayuda para comenzar a integrarse de manera saludable a nuestro mundo, debemos tener la certeza de que esto requerirá una cuota importante de paciencia, tal vez rompa varios libros si tiene la posibilidad de hacerlo, antes de que entienda que los libros no se rompen, se leen. En este camino es importante considerar la conducta del niño como aquello que debemos modificar, para él la mayoría de las cosas que realiza son parte de un juego. No se debe caer en la descalificación ni en los ataques personales. Frases como “eres un tonto, no entiendes nunca”, “no sirves para nada”, “sólo das problemas” “eres un niño malo”, son ejemplos de aquello que menoscaba la personalidad de un niño, y aportan a la formación de una baja autoestima. De esta forma, probablemente el niño nunca más romperá un libro, pero ¿cuál es el costo emocional de esto?, sólo lo sabremos cuando este niño llegue a su adolescencia, manifestando las primeras consecuencias de esta forma de represión.

Otra situación que ayuda a fomentar la baja autoestima en los niños, son las cargas emotivas de culpa que se depositan sobre ellos, frases como: “hay muchos niños en el mundo que no tienen que comer y tu no te quieres comer tu comida”!, o “me voy por que tu te portas mal”, son recurrentes en muchas personas. Las culpas que depositan los adultos sobre los niños tienen un efecto negativo en la formación de la personalidad, y sus efectos pueden perdurar toda la vida.
Sin embargo, poner límites claros en la formación de los niños es necesario para su desarrollo. Ellos deben aprender a respetar las normas que se establecen, y vivenciarlas como parte de la vida. Por otra parte la conducta de los adultos debe siempre ser coherente con lo que se le pide al niño, de lo contrario crearán confusión en ellos. Como ya mencionamos el niño aun no tiene la capacidad cognitiva para discernir entre lo bueno y lo malo, eso lo aprenderá de nosotros y requerirá de un tiempo. En este punto debemos ser pacientes porque el niño va a transgredir los límites de manera recurrente, y despertará el enojo del adulto que lo cuida, en ese instante se debe hacer una pausa. El enojo despertará la rabia y esta la agresividad, pudiendo desencadenar una conducta agresiva contra el niño que poco sabe aun de normas. Si se hace una pausa en ese momento la rabia pasará y se podrá actuar de manera más prudente con el niño. Debemos ser firmes con los límites que se establecen, pero nunca debemos perder el norte: respetar y cultivar una autoestima positiva. Cualquier tipo de conducta agresiva hacia el niño, daña su autoimagen, además genera conducta agresiva en él, probablemente la reprimirá por un tiempo, pero tarde o temprano la manifestará en la casa, el colegio, la calle, el trabajo, su familia, etc.

Los niños requieren del apoyo afectivo de los padres, es necesario y saludable que ellos demuestren afectivamente su aprobación ante aquellas conductas que resultan positivas en el niño, lavarse lo dientes, comerse la comida, ordenar sus juguetes, hacer las tareas, son pequeños logros que el niño realiza en su vida. Las muestras de aprobación y cariño fortalecen la autoimagen de los niños. Algunos adultos consideran que mostrarse afectivos con los niños, crea en ellos, una personalidad débil, esto es una falacia, y al igual que muchas otras creencias populares son parte una cultura que debemos pensar.

Trabajar por una autoestima positiva debe ser una labor diaria de los padres, familia y cuidadoras. Sólo así se estará contribuyendo al desarrollo de niños sanos y adultos psicológicamente más plenos.


José Luis Torres Cañoles,
Psicólogo.