Las Cuidadoras de niños



Son muchas las familias que contratan los servicios de una cuidadora de niños para que les apoyen en el cuidado de sus hijos durante su ausencia. Esto implica por un lado, delegar una gran responsabilidad y por el otro, asumirla. Reflexionar en torno a aquello que significa asumir esa responsabilidad, es uno de los objetivos principales de este breve artículo y por cierto, tema de uno de los talleres que se presentan.
Los adultos que pasan parte importante del día con niños se vuelven figuras significativas para ellos, esto cobra vital importancia durante los primeros años de vida del infante quienes adoptan las actitudes de estas personas para ir construyendo y moldeando su personalidad. Este hecho puede ser imperceptible tanto para el adulto como para el niño, pero sólo el adulto tiene la capacidad de reflexionar en torno a esto. Por ejemplo, si un bebé llora angustiado en busca de contención y el adulto decide dejarlo llorar para que no se “acostumbre a los brazos y sea una persona más independiente”, se le estará privando de una cuestión básica que requiere todo niño, ser contenido. Por otro lado se estará logrando el efecto contrario al esperado, un niño emocionalmente dependiente.

Este ejemplo grafica de manera precisa una cuestión que resulta fundamental para el mensaje que queremos transmitir, y que tiene que ver con las capacidades o competencias básicas que debe poseer cualquier persona que trabaje con niños, esto se puede resumir en: adultos atentos, sensibles, estimulantes y cariñosos. En el ejemplo que acabamos de plantear no se cumple ninguno de estos requisitos, lo que prevalece es una idea “cultural” sobre como son las cosas.

Esto nos insta a plantear un taller en el que se aborden algunos temas que resultan fundamentales para las personas que se relacionan con niños. De esta manera se trabaja sobre la experiencia que tienen las cuidadoras desde una perspectiva constructiva, lo importante es elaborar conceptos básicos que ellas vivencian a diario en la relación con los niños, temas como la importancia que tienen en la formación de la personalidad y salud emocional de los pequeños, la importancia de la formación de la conducta de apego en el desarrollo del niños, porqué se debe promover una comunicación afectiva, porqué se producen y cómo manejar las pataletas, la importancia de entregar una estimulación adecuada durante los primeros años de vida, porqué es necesario plantear el desarrollo de los niños desde una perspectiva bio-psicosocial. Etcétera.

Cada niño es particularmente distinto, esto significa que su desarrollo no responde a patrones rígidos de una fisiología general, por ejemplo se puede establecer que el desarrollo del lenguaje comienza con los primeros balbuceos a partir de los tres meses de edad y que al año ya son capaces de asignar ciertas palabras a cosas o personas (mamá, papá, ahí, tú, etc.) este progreso responde a una maduración de ciertas áreas del cerebro, que van de la mano de los estímulos que reciba de su entono, pero puede suceder que hayan niños en los que el lenguaje se desarrolle de manera más lenta lo que no significa que sea menos inteligente, significa que tiene un ritmo de desarrollo distinto o que su entorno es diferente que otro. No es necesario que una cuidadora tenga conocimientos sobre la biología ni nada parecido, pero si debe saber que en su forma de relacionarse con los niños están los estímulos que influirán sobre el desarrollo del cerebro del niño. Algo similar ocurre con el desarrollo de la inteligencia y de la afectividad.

Si las cuidadoras cuentan con las herramientas básicas necesarias que se pueden generar desde la psicología, serán personas muchas seguras en su labor diaria con los niños y estarán contribuyendo a la formación de adultos emocionalmente saludables.


Leonor Merino Barrueto,
Psicóloga

Un ambiente seguro


En el momento del alumbramiento, el bebé debe abandonar el ambiente cálido y seguro que le proporcionó el vientre materno durante algunos meses. La madre lo cobija entre sus brazos y cálidamente lo coloca sobre su pecho para alimentarlo, este primer contacto será el punto inicial de las relaciones sociales que formarán el incipiente nuevo mundo del bebé.

Desde algunos meses antes del nacimiento los padres ya han comenzado a crear un ambiente agradable para la llegada del bebé, algunos acondicionan una habitación especialmente para él, desplegando toda la imaginación con coloridas figuras de personajes infantiles, una hermosa cuna y diminutas prendas de vestir que esperarán la llegada del nuevo integrante de la familia al hogar. En otras ocasiones el ambiente se acondiciona de manera más austera, generalmente por cuestiones económicas. En cualquiera de los dos casos la llegada del bebé siempre despierta deseos por entregar el mejor lugar para los hijos.
Este espacio juega un papel importante en el desarrollo del bebé, en términos físicos entrega los elementos que él necesita para poder crecer de manera saludable: una alimentación adecuada, ropas, abrigo y un techo sólido. Por otro lado el desarrollo cognitivo también se favorece con el ambiente físico si este cuenta con elementos como coloridos móviles, música infantil, mordedores, y todos aquellos juguetes que estimulen su desarrollo sensoriomotriz.

En el ámbito de las relaciones familiares que circundan a la futura madre, se pueden dar una serie de situaciones que influyen de manera positiva o negativa en la creación de un ambiente saludable para el bebé. Es complejo tratar de abordarlas todas, debido a que son variadas las configuraciones que se pueden dar en esta tarea, sin embargo podemos plantear una reflexión inicial que nos ayude: los futuros padres requieren de todo el apoyo emocional posible, sólo así cultivarán aquella confianza que les permita visualizar un ambiente seguro para su hijo.

El ambiente emocional que circunda el bebé durante los primeros meses de vida es importante como fuente de aprendizaje tanto para el niño como para sus padres, por un lado ellos buscarán la mejor forma cumplir con su nuevo rol con los recursos que poseen, y que han aprendido a partir de su experiencia como hijos. Esto determinará de manera importante el estilo de crianza que ellos adopten. Además escucharán atentamente los consejos de los médicos, enfermeras, familiares y amigos que tengan más experiencia. Todos los aportes serán bienvenidos, aunque es preciso señalar que son ellos los que deberán decidir qué es lo mejor para su hijo. Esta tarea nunca resulta sencilla y en algunos casos es motivo de angustia, pero es necesario considerarla como una parte importante de nuestro aprendizaje como padres, además en esta etapa los padres empiezan a conocer a sus hijos.

Por otro lado los niños comienzan un largo camino de aprendizaje que depende en gran medida del ambiente que hayamos generado, si tenemos un buen comienzo esteremos contribuyendo de manera positiva a la salud emocional de los niños.

Los niños aprenden de los padres, pero ellos también deben aprender de los niños.

Leonor Merino Barrueto,
Psicóloga.

Conociendo a nuestros niños.



Los padres empiezan a conocer a sus hijos en el momento del alumbramiento. A los pocos minutos de vida ya son capaces de descubrir aquel vínculo que sólo ellos pueden vivenciar con su pequeño hijo. Este contacto inicial es fundamental para la relación que forjarán durante el resto de sus vidas.

El bebé necesitará de los cuidados y atenciones de sus padres especialmente durante sus primeros meses de vida fuera del vientre materno, esto alimentará la relación afectiva que se traducirá en una conducta de apego seguro. Es importante el apoyo que pueda entregar la familia durante este periodo, aunque se debe ser cuidadoso de no interferir en la incipiente relación que construyen los progenitores con su hijo.

Cuando los padres denotan una mayor seguridad sobre sus capacidades, tienden a relacionarse de manera mucha más plena con sus hijos logrando un mayor acercamiento con ellos. Por otra parte, si predomina la inseguridad, delegan una cuota importante de responsabilidad sobre terceras personas, creando un ambiente de confusión y distanciamiento en el niño. En este sentido los abuelos, tíos, amigos o cuidadoras, deben abogar por la familia del bebé, en otras palabras sus acciones deben ir en apoyo directo del fortalecimiento de la confianza propia de los padres. Acciones cotidianas como el mecer al niño a la hora de dormir, contenerlo y entregarle cariño en sus momentos de “angustia”, acompañarlos en sus rabietas, bañarlos, etc. Son parte de la vida de los padres, y deben apreciarse como el mejor de los regalos que la vida les puede entregar. No hay mejor forma de fortalecer su confianza, que participar de manera activa en la crianza de sus hijos. Es necesario que se planteen estos temas al interior de la familia desde la confianza, el respeto, el entendimiento y el cariño.

A medida que crecen los niños, lo hacen también los padres en su rol. Si han logrado forjar una relación de cercanía con sus hijos podrán llegar a conocerlos de una manera más saludable. Desde los primeros meses de vida ven a sus hijos como niños únicos, si bien comparten algunas conductas similares con otros infantes de su edad, lo hacen de una forma particular, lloran, ríen, se enojan, abrazan, patalean, sólo como ellos saben hacerlo. Esto nos permite saber cuales son las cosas que le gustan, cuales le molestan, cómo va a reaccionar frente a tal o cual situación y él también sabrá a su vez cómo reaccionamos frente a sus travesuras, juegos, o pataletas.

La relación padres e hijos es fundamental para un desarrollo emocional saludable. Es importante reflexionar en torno a este tema de una manera constructiva, sabemos que las condiciones de vida de la sociedad actual condicionan muchas veces nuestra calidad de vida, afectando nuestra familia, sin embargo debemos preguntarnos qué es lo que queremos dejar para nuestros hijos, y qué podemos hacer por ello. En el ámbito de la psicología clínica muchas personas buscan ayuda profesional para tratar “problemas emocionales”, un número importante de estos malestares, tiene su origen en la relación que tuvieron con sus padres desde pequeños. Lograr la cura para estos problemas nunca es una tarea sencilla.

Si conocemos a nuestros hijos en las distintas etapas del desarrollo estaremos en condiciones de apoyarlos de una manera asertiva, contribuyendo a la formación de adultos más sanos, seguros y plenos.

En cada padre hay un niño que permanece escondido, si le damos la oportunidad para que salga de vez en cuando, probablemente escucharemos mejor a nuestros hijos. Ellos son capaces desde muy pequeños de captar nuestras emociones, seamos capaces nosotros también de ponernos en su lugar. Un gesto oportuno puede cambiar un gran problema.

Leonor Merino Barrueto,
Psicóloga.

El apego.


John Bowlby (1907-1990) Pediatra y psicoanalista Inglés fue pionero en las investigaciones y elaboraciones teóricas sobre la conducta de apego a finales de los años 50. A partir de aquellos primeros trabajos se han seguido realizando estudios, cuyos resultados han fortalecido los postulados iniciales de Bowlby, ocupando hoy en día un lugar importante en el ámbito de la psicología.

Él definió la conducta como “cualquier forma de comportamiento que hace que una persona alcance o conserve proximidad con respecto a otro individuo diferenciado y preferido.” (Bowldy, 1993)

La importancia de esta conducta de apego esta dada por la seguridad afectiva que le brinda una persona a otra, lo cual se vuelve fundamental en la relación que establecen los bebés con sus figuras parentales. Es importante señalar que la calidad de esta relación durante la primera infancia, influirá de manera importante en el desarrollo afectivo, social y cognitivo del bebé.

Las investigaciones han demostrado que la calidad de la interacción entre padres e hijos influye de manera significativa en la generación de conductas de apego, es importante establecer cercanía con los niños desde el momento del nacimiento, las miradas, las atenciones, el contacto físico como besos y abrazos, las verbalizaciones, saber escucharlos y entenderlos, responder de manera asertiva a sus señales; todas estas son conductas que ayudan a entregar la seguridad que requiere el infante durante sus primeros años de vida, periodo en cual deben establecer esa confianza básica que les ayudará en su desarrollo ulterior.

El niño puede establecer conductas de apego con más de una figura, siendo la madre quien ocupa una posición prioritaria para el bebé. Esto ocurre por que es ella quien pasa la mayor parte del tiempo con los bebés. El padre por su parte, también participa de estos cuidados y atenciones, generando una cercanía significativa e importante para el infante. Puede haber otras figuras que respondan a las necesidades del niño, como los abuelos, tíos, hermanos; lo que marca la diferencia entre las figuras significativas para el infante, es la calidad de la relación que se estable con ello.

En algunas oportunidades los infantes quedan al cuidado de personas que no son sus padres, estas cuidadoras asumen la responsabilidad de velar por el bienestar de los niños, si ellas establecen una relación afectiva que dé respuestas asertivas a las señales del bebé, se convierten en figuras significativas que contribuyen a su desarrollo saludable. En términos básicos una cuidadora que responde de manera saludable al desarrollo del infante debe ser atenta, sensible, estimulante y cariñosa.

Considerar y potenciar aquellas acciones que ayudan a establecer una relación afectiva que genere una conducta de apego en nuestros niños, debe ser una tarea constante al interior de la familia, la sociedad y las instituciones encargadas de velar por los mas pequeños, (salas cunas, jardines infantiles, etc.)

Podemos señalar que abordar temáticas como el apego en instancias como los talleres psicoeducativos, o cualquier otra iniciativa que contribuya a reflexionar en torno a la crianza y cuidado de los más pequeños, es fundamental para el bienestar de las personas y la sociedad en general. Que nuestros niños sean adultos seguros, emocionalmente estables, independientes, positivos y personas de bien para la sociedad, depende en gran medida de lo que nosotros hagamos o dejemos de hacer como padres.

Leonor Merino Barrueto.
Psicóloga.


El juego.




El juego es una de las actividades más importante en la vida de los seres humanos, gracias a el hemos desarrollado de manera significativa nuestras habilidades afectivas, cognitivas y sociales, desde nuestros primeros días de vida.

Podríamos decir que nuestro primer objeto de juego fue nuestra madre, cariñosamente ella nos invitaba a participar de esta actividad a través de gestos y caricias que estimulaban nuestro desarrollo. De esta manera el juego se inscribe en un primer momento como una prolongación de la relación que tenemos con ella, para luego dar paso al descubrimiento de un mundo que va más allá de esas fronteras.

Por ejemplo, lo que en un primer momento fue un “reflejo de aprensión” que nos permitió aferrarnos firmemente a cualquier cosa que tuviéramos a nuestro alcance, luego se transformó en una poderosa herramienta que nos ayudó a desarrollar movimientos de manera consciente, como tomar una pequeña pelota y tratar de arrojarla lo más lejos posible, esperando que nuestra madre o padre acudieran rápidamente en su búsqueda.

En esta pequeña escena se aprecia la importancia del juego: por un lado hay una elaboración cognitiva al arrojar la pelota de manera consciente con una clara intención, lograr una respuesta por parte de los padres, si ellos responden y traen la pelota, significará que el bebé no sólo logró su objetivo, sino que también estará desarrollando habilidades comunicativas. Por otra parte está entrenando sus capacidades psicomotoras, fomentando una conducta de apego y desarrollando sus habilidades sociales con otras personas.

En cada etapa del desarrollo el juego cumple una labor particular que va de la mano del desarrollo físico, cognitivo y afectivo. Por ejemplo durante la primera infancia los niños descubren el mundo a través de los sentidos, miran aquellos objetos que le resultan llamativos y tienden a seguirlos con la mirada, estimular a través del juego con objetos que incluyan distintas formas y colores, y de una manera adecuada, resulta muy importante. Los bebés juegan con objetos que puedan tomar con sus manos y los acercan a su boca de manera casi mecánica, así ellos descubren el mundo a través de su boca, es importante ayudarlos en esta tarea con juguetes de dentición, que sean seguros para él. Es fundamental realizar un juego que estimule de manera adecuada los sentidos, con esto estaremos contribuyendo a un desarrollo sensoriomotriz saludable en el bebé.

A partir de los dos años los niños desarrollan el “juego simbólico”, esto es una forma de acercarse e interiorizar la realidad que circunda de una manera saludable. El niño simboliza las situaciones a través del juego, por ejemplo, puede tomar una cuchara y darle de comer a un oso de peluche, de manera similar a como lo hacemos los padres con él, mientras gesticula algunas extrañas palabras que estimulan el desarrollo del lenguaje, también puede tomar un palo de escoba y cabalgar de manera presurosa por el jardín. En este contexto los niños interiorizan la realidad de acuerdo a su manera, no existen normas rígidas que estructuren esa realidad, todo es flexible y todo es posible para ellos. El juego simbólico es un espacio de aprendizaje esencial, estimula su sistema cognitivo, la afectividad, el habla y la sociabilización. Durante esta etapa es importante entregar los espacios necesarios que le permitan al niño desarrollar el juego simbólico, siempre con nuestro apoyo.

El juego es un actividad que esta presente en nuestro diario vivir, tal vez no somos totalmente consciente de ello, pero si de vez en cuando jugamos futbol, competimos con un compañero por algo, nos reímos en una reunión de trabajo, bailamos de manera extravagante o nos tiramos al suelo para jugar con nuestros niños, estamos jugando, y más aun estamos creando.

El juego es parte de nuestras vidas, desde nuestro nacimiento.


José Luis Torres C.
Psicólogo